Nacido en el año 1945 en el Reino Unido, su carrera profesional se inició en la revista New Worlds (de Michael Moorcock) como crítico y escritor. Su novela The Centauro Device está incluida en la lista de Las 100 mejores novelas de David Pringle y ha recibido numerosos premios a lo largo de su carrera por varios de sus relatos y novelas. Recientemente ganó el Premio James Tiptree Jr. Por Luz, novela publicada en España por la joven editorial madrileña Bibliópolis Fantástica. Dicen de él que es un autor ingenioso, un estilista cuya elocuencia y versatilidad asombran y que es uno de los mejores prosistas ingleses que quedan con vida (fuera y dentro del género de la ciencia ficción). Hoy nos ha cedido amablemente parte de su tiempo para hablar con nosotros y dar a conocer sus ideas a los lectores de www.dreamers.es
D: La primera pregunta es obligada ¿qué le llevó a escribir novelas de ciencia ficción?
MJH: Leía mucha ciencia ficción cuando era un adolescente, por lo tanto era normal que comenzara por ahí.
D: ¿Recuerda cuál fue la primera novela o relato de ciencia ficción que leyó?
MJH: No. Desde los cinco años, me gustaba cualquier cosa extravagante, comenzando con unas tiras cómicas llamadas Dan Dare, Piloto del Futuro. Dentro de una irónica, consciente y retrospectiva manera, todavía me veo a mí mismo como un piloto del futuro.
D: Sus primeras colaboraciones dentro del género fueron en la revista dirigida por Michael Moorcock ¿Recuerda la sensación que tuvo al ver por primera vez su nombre firmando algo en una revista profesional de ciencia ficción?
MJH: Mi primer relato fue publicado en 1966, en una revista británica llamada Science Fantasy. Con posterioridad publiqué dos o tres relatos en la antología trimestral de Ted Carnell New Writings in SF. No fue hasta 1968 cuando comencé a trabajar para la revista New Worlds, y no fue hasta 1969 cuando colaboré con Michael Moorcock. A pesar de que estábamos unidos por aquel entonces, y había un fértil intercambio de ideas, esta colaboración se extendió a tres relatos cortos, terminando entonces.
D: Por lo que tengo entendido, fue crítico y escritor a la vez ¿no se sentía un poco como Jeckill y Hyde?
MJH: He sido crítico y escritor simultáneamente durante treinta y seis años. Nunca me he sentido incómodo con ello. Comencé reseñando ciencia ficción para New Worlds en 1968, y ahora reseño novelas modernas para el diario The Guardian y el Suplemento Literario de The Times. Creo que se hace demasiada distinción entre la escritura y la crítica. Todos los escritores son críticos de su propio trabajo, en el sentido de que hacen uso de procesos conscientes e inconscientes cuando escriben. Para mí, la crítica es una extensión bienvenida de aquellos procesos despiertos. Comprendiendo lo que escribo me ayuda a entender lo que otras personas escriben; comprendiendo lo que otra gente escribe me ayuda a comprender lo que escribo yo. No tengo fe en absoluto en el uso de un talento no examinado. Al mismo tiempo soy consciente de que todos los procesos de escritura parten del inconsciente. Esta paradoja es el fértil centro de cualquier acto creativo; cualquiera que argumente a partir de uno sólo de los lados tiene medio argumento.
D: ¿Se siente influido por algún autor?
MJH: He leído entre cuatro libros por semana y cuatro libros por día, desde que tenía unos siete años. Eso suma entre diez mil y setenta mil libros. Tirando por lo bajo diría que unos treinta mil. No, digamos sólo son unos veinte mil. Cada uno de esos libros han tenido cierta influencia en mí. Cada uno de ellos todavía existe, allá abajo en la sustancia de la inconsciencia. Se han combinado y recombinado desde entonces, conjuntamente con todas mis más poderosas experiencias personales y emocionales. Es por lo tanto posible decir que mientras todas ellos me han influido, ninguno lo ha hecho. El proceso de la influencia, me temo, no es tan simple. Es tan complejo que resulta poco menos que indescriptible.
D: ¿Cómo definiría usted su propio estilo de literatura?
MJH: Engañosamente simple, espero.
D: Leyéndome Luz, su última novela publicada en España observo que el sexo forma una parte importante de la novela ¿a qué se debe esto?
MJH: En Luz, la sexualidad imperfecta es una metáfora de los desperfectos de personalidad que sufren los personajes centrales cuando deciden que no van a crecer; cuando, por ejemplo, prefieren huir a asimilar que la vida no puede existir sin la muerte. Anna, Michael, Seria Mau y Ed decidieron a una edad muy temprana parar el tiempo, negar que estaban vivos. Esta decisión puede observarse, fosilizada, en sus relaciones –principalmente en sus relaciones sexuales– y su tendencia a preferir una virtualidad (esto es, una fantasía) al mundo real. Si lo prefieres, tienes una especie de desorden personal de elusión. Toda su relación con la vida es masturbatoria. Le tienen miedo a la realidad. Pese a ello, Anna, por ejemplo, ha comenzado a recuperarse hacia el final de la novela; y personajes como Mona la Clon, Tig y Neena Vesicle, Billy Anker y Annie la chica del rickshaw, aunque dañados de otra manera, se muestran como si hubieran aceptado su propia vulnerabilidad desde el principio.
D: En esa misma novela observamos que la personalidad de la mayoría de los personajes protagonistas (en especial Michael Kearny) no puede resultar atractiva para el lector, al tratarse de seres amorales, por no decir despreciables…
MJH: No era mi intención que nos gustaran Kearney y el resto de personajes, sino que aprendiéramos de sus errores.
D: Defina en unas pocas líneas qué es Luz.
MJH: Es un libro sobre la oportunidad que se da de lanzar los dados por segunda vez.
D: Después de Luz ¿Va a retomar a los personajes o al universo de esta novela en algún tipo de continuación?
MJH: Si. El próximo libro estará ambientado en el mismo mundo que Luz.
D: Hablando de otras cosas, ¿cómo ve el panorama de la ciencia ficción en la actualidad, cree que hay todavía muchos mundos e ideas por explorar en este género?
MJH: Veo que la ciencia-ficción se salvará a sí misma gracias a una literatura que sea al mismo tiempo popular y relevante, mediante la extensión de su alcance tanto emocional como técnico. La nueva popularidad que está consiguiendo la ciencia debería haber ubicado a la ciencia-ficción en el centro de los debates públicos de hoy en día. Esto no ha sucedido porque pese a que mucha de la ciencia en la ciencia-ficción es inteligente, muy poca de la ficción lo es. Los personajes de la ci-fi no son relevantes para los seres humanos contemporáneos, para sus experiencias vitales, sus percepciones emocionales o sus complejas preocupaciones morales. Como resultado, la masa de lectores medios no hace uso de la ciencia-ficción, y escritores como Margaret Atwood o Jonathan Franzen se han lanzado con ímpetu a rellenar ese hueco y ocuparse de los asuntos en los que la gente está realmente interesada hoy en día. No es nuestro trabajo como escritores de ci-fi sentarnos en nuestras butacas quejándonos de esta situación de una manera proteccionista. ¡Es nuestra responsabilidad salir ahí fuera y competir! La fantasia hace tiempo que perdió su relevancia al concentrarse en una insana e infantiloide guerra del bien y el mal; la ciencia-ficción está de capa caída porque su innato reduccionismo implica que sencillamente no puede engancharse emocionalmente y socialmente; durante 50 ó 60 años lo ha tenido muy fácil dándole de comer a un ghetto de autistas de alto rendimiento. Los videojuegos también han sido muy destructivos para la ciencia-ficción porque hacen énfasis en el uso de personajes rígidamente polarizados, en la simplificación narrativa y en la moral desgastada como lugar común, circunstancias en las que la ciencia-ficción se muestra cómoda. Los juegos, las películas de efectos y la ci-fi son trayectorias muy cercanas a converger. Cuando se encuentren, la ciencia-ficción habrá abandonado cualquier pretensión que alguna vez hubiera tenido de convertirse en un medio adulto, y se habrá relajado ante la neblina moral, política y emocional que se extiende por el paisaje de los medios contemporáneos.
D: ¿Qué piensa de la adaptación de novelas a los otros medios, como el cine o el cómic? ¿Le gustaría que alguna de sus novelas se convirtiera en una película o una historieta?
MJH: Creo que no hay muchas opciones que una de mis novelas sea llevada al cine. Están escritas para ser leídas en el papel.
D: ¿Ha leído alguna novela de ciencia-ficción española?
MJH: Me temo que no. Debería leerla en inglés y se ha traducido muy poco.
D: ¿Piensa que quedan todavía muchos mundos e ideas para explorar en este género?
MJH: Sí, la imaginación es literalmente ilimitada, y cada nuevo avance de la ciencia abre nuevas posibilidades para la creación de metáforas.
D: ¿Cuales son sus novelas favoritas, tanto de ciencia ficción como de literatura general?
MJH: Las estrellas mi destino / Stars my destination, de Alfred Bester; Más que humano / More than human, de Theodore Sturgeon; Luna pícara / Rogue Moon, de Algis Burdrys.
D: Aparte de la continuación de Luz, ¿podría contarnos algo de sus próximos proyectos?
MJH: Estoy trabajando en dos o tres cuentos cortos. Espero disponer de una nueva colección de relatos para el año 2006. Tengo un nuevo libro en mi calendario; será algo que se aleje de lo que la gente espera de mí. Y las críticas son un proyecto continuo, recientemente he comenzado la revisión de novelas para el público general, así como otras para lectores más reducidos y de ci-fi.
D: Por último, ¿qué consejo podría darles a los jóvenes autores que se meten a escribir por vez primera una novela de ciencia ficción?
MJH: Que encuentre su corazón y que escriban desde él. No se escribe sobre la ciencia o las máquinas, sino que hacemos uso de ellas sólo si así podemos hablar de las personas.
D: Creo que no me queda por preguntarle nada más. Gracias por haber sido tan amable con nosotros.
MJH: El placer ha sido mío.
Entrevista realizada por Jose Luis Mora. Traducción de Celestino J. López. Agradecimientos a Luis G. Prado (editor de Bibliopolis Fantástica y a M. John Harrison por la amabilidad mostrada cuando se les propuso la realización de esta entrevista.
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